“Por ti, sí, por ti, sí, por ti yo sería capaz de morir si tú me das amor sincero-o-o-o” retengo el comienzo de la canción, apenas un verso, antes de que el fraseo y los acontecimientos se aceleren y sean otros los estímulos que requieran mi atención. Observo una boca que se abalanza sobre mí; reacciono evitando los labios y dirijo los besos hacia el cuello. Te observo por un segundo, pareces sonreír cuando la excitación y la lengua que trepan por mi piel me obligan a entornar los ojos.
Por ti estoy aquí, por ti mis manos se ciñen a esta otra cintura, por ti me dejo hacer cuando sus dientes juguetean en el lóbulo de mi oreja. No tendré que disimular el rastro que la boca de esta aprendiz de vampiro va dejando en mi cuello, pues eres tú quien la anima. Un gemido sordo escapa de mi boca como respuesta al sonido de succión de sus labios abandonando mi piel; y acto seguido tu sonrisa, no podría haber mejor banda sonora.
Por ti los nervios y las manos que se traban cuando intento ayudarla con el cierre de mi cinturón, por ti la erección que no disimula el calzoncillo, es por ti aunque ella se crea la culpable. Mis ojos apenas se han acostumbrado a la penumbra del local y cuando van de ti a ella y observo vuestras miradas y vuestras sonrisas incapaces de disimular las ganas, me siento algo perdido. Extiendo la mano para asirme a tu realidad y me consuelas durante unos pocos segundos, demasiado pocos, dejándome acariciar la forma de tus caderas. Luego no me retienes cuando son las manos de ella las que agarran las mías.
Por ti contengo las ganas, por ti y porque no estoy acostumbrado a estos juegos; tardo en comprender que eres tú, que es tu excitación por cuerpo interpuesto la que tengo delante, la que se yergue sobre mi regazo, la que bambolea sus pechos pequeños y puntiagudos delante de mis ojos. Mi cerebro no entiende, pero un deseo primario me lleva a hundir la cara en su piel. Restriego, muerdo, lamo. Parece que lo hago bien, sus pezones se endurecen y recibo tu caricia como premio en mi espalda.
Por ti mis dedos recorren su columna sin prisa, por ti suben y bajan, por ti acarician la tela de la ropa interior en lugar de buscar rápidamente un hueco. Siento unas manos, ya no sé si tuyas o suyas, apretando las mías contra la carne. Estás aquí, rodeándonos, tocándonos; dijiste que no participarías, que te limitarías a mirar, pero sé que no es así, me convenzo de que no es así. Sin ti yo no sabría, sin ti yo no podría.
Por ti mi pene apunta al techo cuando sus manos quitan el calzoncillo decididas y de un tirón. Por ti su sonrisa me parece menos diabólica instantes antes de comenzar a devorarme, por ti mi cuerpo cae pesado sobre el colchón. Por ti mis manos no encuentran acomodo y cada poco me sirven de almohada como viajan a su pelo, apartan un mechón que recolocan para acompañar por unos segundos el vaivén de su cabeza. Por ti y porque, pese a mis ojos cerrados, te sé aquí, junto a mi cabeza, mirando con avidez y mordiéndote el labio, tratando de comprender, de sentir, de interiorizar, tú también, toda esta novedad.
Por ti retengo la inercia de sus cabeceos, por ti me pongo freno y me niego a abandonarme. Lo necesitas completo, lo sé, lo recuerdo. Probar, por una vez, a ver qué se siente. Tardas en encontrar mi mirada en el cambio de postura; cuando me respondes en silencio, sus manos ya han comenzado a enfundarme el preservativo.
Por ti hago una pausa, me atuso el pelo, resoplo. Por ti su mano toma las riendas y mi polla, la restriega, se humedece. Por ti me adentro, por ti empujo. Por ti evito mirarte; por ti y por mí. Mi mirada se concentra allí donde mi cuerpo entra en contacto con el de aquella mujer. Sus muslos piden descanso, mis brazos no se lo niegan, en esta postura todavía mantengo las distancias.
Por ti las idas y venidas, por ti el sudor, el cansancio. Por ti ruedo sobre la cama, por ti evito el abrazo, la piel con piel. Por ti sus caderas asimétricas y su mano guiando mi polla, por ti los dientes apretados cuando se deja caer y me hunde en ella. Por ti mis manos reticentes, por ti los dedos entrelazados como máxima ofrenda. No sé si te das cuenta de mis trampas, no sé si me juzgas. Disimulo, ofrezco mis muslos como respaldo a los movimientos de su cintura. Los viajes se hacen más cortos, más intensos. El sonido de los cuerpos chocando se impone al hilo musical que sigue vomitando música prescindible.
Por ti me exijo un último esfuerzo, por ti mis piernas se agitan, por ti trato inútilmente de elevar su cadera y martillear como se supone que debo. Gime, siempre ha gemido, aunque no le haya prestado caso; no me importa ella, no me importo yo. Todo esto es únicamente por ti.
Por ti mis límites físicos se extienden casi tanto como los mentales, por ti la mueca forzada, por ti el postrer impulso. Por ti la respiración agitada y el corazón acelerado, por ti su sonrisa forzada de final inesperado, por ti las explicaciones que no pasan de balbuceo, por ti sus movimientos ligeros y el pesado descender del semen cautivo en el látex. Por ti las toallitas, la mirada huidiza, temerosa. Por ti la aventura, el experimento. Por ti, si te gustó, por ti esta mujer o tal vez otras.
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