domingo, 23 de enero de 2022

Rutinas


El insomnio se adelanta
a las alarmas, inútil
victoria de cada mañana.
Recojo los sueños,
extiendo las sábanas,
tal vez si la noche
quedara sobre la almohada.


Como un fantasma
preparo el desayuno,
adelanto las cosas de casa,
me lavo los dientes, me pongo la cara.
Las manillas del reloj
vuelan como cortantes dagas.


Salgo a la calle,
el mismo desfile de máscaras
somnolientas escondidas
bajo un paraguas.
El hamster entra en la rueda
una nueva jornada.


Con cada letra que pulso
se exfolia la poesía,
en este teclado no hay sitio
para las dos, dice
jactándose,
la cruel mecanografía.


El teléfono suena
y suena
pero nadie me llama.
¿Todavía te crees
que la asfixia
es por la puta mascarilla?


Vuelta a las prisas,
come sin masticar,
tan sólo traga.
El tiempo vuela
y todavía quedan pendientes
deberes de clase de euskera.


"Se denomina irreal
o baldintza en el pasado
al que cada día te tortura
preguntando
qué habría sucedido
de haber dado el paso"


Por fin llegas a casa,
cierras las ventanas
el covid queda fuera
pero el frío
me ha calado hasta el alma.


Después de cenar
quiero escribir
pero no me sale nada.
Entro en la web,
me pongo un vídeo
sin querer siquiera llegar a la asonancia.


Me lavo los dientes
sin mirarme la cara,
un último vistazo
-me miento-
y el silencio azul
desnuda mi última esperanza.


Recojo mis restos,
los visto con el pijama,
te nombro en mis oraciones,
me meto en la cama.

Un día sin ti,
es sólo tiempo que pasa.