jueves, 28 de julio de 2022

La herida

Ahora que la piel tira

y el cloro escuece,

como un masoca

desnudo de cuero

y ornamentos,

busco en la memoria

el instante de placer

asociado a la herida.



Ese momento

pasajero

la tarde –quizás-

de un miércoles

cualquiera,

el gesto

mal calculado

que conduce

a la carne lacerada,

viene a mi mente

con fulgor

de relámpago.



Y como entonces

cierro los ojos

y vuelve a ser tu vientre

el que me ciega,

y tus sonrisas,

aquella callada

y esta otra tan abierta,

las que me impulsan

más allá de la cama

sin percatarme del mueble.

Pobres y dolidas mis piernas.



Sin embargo

las heridas

no duelen en caliente

y el escozor

de piel rasgada

no pudo detener

nuestro presente.

Mi lengua

completó su trabajo,

lo que empezó

como caricias

para salvarnos del llanto,

terminó con un masaje

facial, de labios

a labios.