domingo, 19 de marzo de 2023

Pandémica y boreal

Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos de mujer a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los macarrones fríos,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón al bies,
torpe de cintura para abajo,
insólita lectora -ma semblable-, ma soeur!


Porque no es la impericia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo hacia tu cuerpo:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir en cucharita
y que alegre mi cama al despertarse,

volando como un pájaro
desde tu ventana hasta el piso
para remontar el vuelo de nuevo
piando, implorando volver al nido.

¡Si yo no he podido nunca, 
no he sabido desnudarme nunca,
como entonces
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin buscar -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años !


Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,

como dijo el poeta, son del alma, 
pero un cuerpo es el libro en que se leen.

(continuará)