Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos de mujer a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los macarrones fríos,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón al bies,
torpe de cintura para abajo,
insólita lectora -ma semblable-, ma soeur!
Porque no es la impericia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo hacia tu cuerpo:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir en cucharita
y que alegre mi cama al despertarse,
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,