domingo, 23 de mayo de 2021

Pedir la mano

Podía haberme fijado en la parábola perfecta de su ceñido trasero, en su pelo negro, en sus ojos color avellana. Podía haberme llamado la atención su nariz, ligeramente puntiaguda y decorada en el lateral con un pequeño brillante. Podía haber seguido investigando, comprobar si el sujetador se transparentaba más allá de la parte trasera de su camiseta. Podía incluso haberme interesado por sus sentimientos… Pero me había fijado en sus manos. Pequeñas, de dedos cortos y finos, con las uñas pintadas del color de mi chicle favorito: la fresa ácida. Bronceadas, como toda su anatomía visible. Me había fijado en sus manos y de inmediato las había imaginado asiendo mi polla.

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