Puede ser la noche, los besos, el deseo quizás. Puede ser su lengua, aleteando sin descanso, sus dedos procurando caricias escondidas. O la acción de su pene yendo y viniendo. Cada vez es distinto, como un problema matemático al que se le añade una incógnita nueva para hacerlo más complicado, más atractivo; aunque el resultado buscado sea siempre el mismo, el placer de los dos.
O puede que sea ese juguete que descansa sobre el colchón. Cuando Víctor lo enciende y ella se muerde el labio inferior, se miran sonriendo: ya han encontrado el método para resolver el eterno enigma.
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