domingo, 25 de junio de 2023

EBAU (Estaba Buscando Alguien Único)

Como le diría Montes a Daimiel hablando de baloncesto, llega a su fin el curso veintidós veintitrés. Es hora de repartir notas y anillos, de echar la vista atrás y hacer balance, de decir chau a los compañeritos del alma y a la puta bohemia, de brindar por los hermanos escolapios que de tan buenos que son, nos llevan de excursión, de saltar hogueras, de sacar para fuera lo malo, en mi vida no quiero nada malo no, no, no...


Septiembre llegó como llegan todos los septiembres, con esos nervios mezcla de ilusión y temor por no haber trabajado lo suficiente en agosto cuando quizás se podía. Precisamente fue un mes de salidas y entradas en el trabajo, de asumir más responsabilidad no siempre bien valorada. Se empezaba a vislumbrar un cambio.


Octubre fue un mes de salir de la zona de confort. Hice algo que nunca había hecho y también salí a navegar; el mismo día, con la cabeza y el estómago dando vueltas por un cambio de viento, dije algo que no debía y se desató la tormenta. Mi cabeza estuvo bajo los efectos del oleaje un par de días, a mi corazón le llevó algo más de tiempo salir del aturdimiento.


Pero salió. Noviembre con sus fríos, sus llovizna, mi cumpleaños más sólo que nunca, fue un mes bonito. Cambié de trabajo y recuperé algo que me gustaba mucho: acompañarla, escucharla, hacerla reír. A quien no sabía querer y a quien más quería, eran la misma persona.


Diciembre tuvo uno de esos días que siempre recordaré, aunque ya no sé si fue el seis, el siete, el ocho. Volver a vernos en persona, volver a abrazarla, volver a compartir lugares que ya no eran el mismo. Recibirla en mi ciudad, contarle historias, confesarnos, llorar hasta el moco y hacerlo de su mano, sintiendo en mis dedos el roce de ese anillo que tanto me gustaba. Era casi igual pero era completamente distinto. Como diría Malú, me habías enseñado tú. Moriría por vos, que cantan los otros, pero tanto me lo habías dicho, que me lo creí, debía hacer mi vida, pensar en mí, priorizarme. Orientar mi vida, tal vez hacia ese nuevo trabajo con todos los marrones que tú intuías y esos que ni siquiera yo imaginaba. 


La tentación de buscar y de caer en ese pasado tan bonito me duró lo que tardé en comprobar que todos mis intentos caían en un desvío de llamada. Quizás el destino, quizás la inteligencia artificial, quizás la incomprensión de un sistema operativo.


Enero fue terriblemente complicado, su cuesta fue un tappone dolomitico: fue la longitud del Stelvio, la dureza del Mortirolo y el frío del Gavia todo junto. Y encadenado con un descenso a tumba abierta y sin un simple periódico que abrigara mi corazón partido. Me vi repitiendo errores y curso, todo lo que no quería.


En febrero te eché de menos más que nunca. Con mi vida tambaleándose en un mes de locos, de carreras, de ojeras, de tensiones. Fue también la última vez oí tu voz, escucharla la sigo escuchando siempre.


Marzo, abril y mayo pasaron en un visto y no visto. Trabajo, trabajo más trabajo y hospital. Como la primavera, hubo días más soleados y tranquilos y otros de fina lluvia de esa que cala sin darte cuenta. Bajando una tarde del hospital, desde la carpa del circo instalado junto a la plaza de toros se escapaba el soniquete "del más difícil todavía", comenzaba a llover y yo sin paraguas. Me pareció una imagen tan literaria que en mitad de mis fracasos empecé a sonreír como un bobo. 


Encontrar imágenes y darles forma de poema breve es todo lo relacionado con la escritura que hago últimamente. Por eso al hacer ahora balance me pregunto si merece la pena tener abierto este Blog, llamarlo erótico cuando de eso queda poco. Seguramente haré una limpia, mudaré los textos más personales a otro espacio más íntimo, depuraré este espacio y todo lo que suba serán textos viejos, excitantes pero que no me llenan.


Pero eso cuando tenga tiempo. Trabajando en el turismo el  verano es prohibitivo. Mis vacaciones fueron seis días en mayo para preparar un examen para el que no había estudiado en todo el curso y serán cinco días en octubre para asentarme en Chamartín y escaparme un día a esas ciudades cercanas que sacrifiqué bien sacrificadas por estar contigo unas horas más.


Y así, como siempre sin darnos cuenta, llegó junio. Pasaron aniversarios, esa memoria virtual de las redes me recordó lugares, atardeceres, canciones... Olvidarte no te olvidaré nunca, superarlo creo que lo he superado; o lo había. Oír tu nombre, decirlo incluso mentalmente no me provocaba ninguna tristeza, ninguna nostalgia. Al contrario, me esfuerzo por recordarte con la misma sonrisa que se me dibujaba cuando tú me mirabas. Si no te escribía era porque los últimos mensajes no habían tenido respuesta, y porque tampoco sé qué efectos produce en ti saber de mí. Pero esta semana, llamó una clienta, al decirme su nombre y ver que coincidía con el tuyo, sonreí. Hasta ahí nada raro. Pero es que al enviar un correo, los campos automáticos de la plantilla me depararon el saludo que siempre te dedicaba, con el que comenzaba mis mensajes, el que encabezaba las alegrías y las penas que compartía contigo. Y como diría Karol G, yo también me dije que hace mucho que no sé ná de ti. Romper la distancia que has impuesto, no quiero, pero sé que de vez en cuando me lees y en verdad me nace decírtelo: sin ilusiones, sin ganas de volver, sin esperanzas, pero te echo mucho de menos. 


Ah, por cierto, el examen bien pero mal, siempre queda algo pendiente. Menos mal que en nuestro restaurante en el puerto hay un camarero con ganas de practicar. Y del shock de ver mi saludo encabezando una plantilla de correo, nacerá un poema; no sé si será el último de este espacio o el primero del nuevo. Pero ya ves, todavía hago rimas con tu nombre para ser feliz. 

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