- Uy, hola- dirás. Y añadirás: siempre
coincidimos en el mismo sitio.
Y yo sonreiré, porque no creo en
las coincidencias. Y entonces te lo diré: no
es ninguna casualidad, hace tiempo que me había fijado en ti, siempre he
provocado estos encuentros. Y me gustaría pensar que tú también te habías dado
cuenta, que cuando nos encontramos en la cola del súper y me dejas pasar, no es
por educación, o no sólo. Sé que lo haces para poder mirarme el culo sin tener
que disimular. Y entonces tú bajarás la mirada, y yo tendré que
tranquilizarte. No pasa nada, me gusta
sentir las miradas ahí, miradas llenas de deseo, miradas que esculpen mi
figura, que la escanean… Otras miradas también, pero sobre todo la tuya. Porque
sí, porque me reconforta sentir que aun soy capaz de atraer el deseo de un
chico más joven. Y entonces, cuando estés totalmente cautivo y desarmado te
lo soltaré de sopetón. Te diré quiero
tener sexo contigo, ahora. No te diré quiero acostarme contigo ahora, no.
Te diré, quiero que me folles, ahora, porque
tiene que ser de pie, rápido, furtivo. Y mi dedo se posará en tu pecho y tú
seguirás su recorrido como un tonto. Y entonces serás ya todo mío, y te daré
las instrucciones que tienes que seguir. Quiero
que me pongas de cara a la pared, que tus manos retengan las mías levantadas.
Que me levantes el vestido y tires con ansía de las bragas te diré. Quiero que enloquezcas aspirando el aroma de
mis cabellos, que tu saliva deje un surco en mi nuca. Quiero que me sueltes las
manos tan sólo un instante, el tiempo justo de bajarte el pantalón, y que luego
vuelvas a retenerme, quiero ser tu víctima. Quiero sentir el roce de tu polla
trepando por mi muslo, y el tacto de tus dedos en mi vello púbico. Quiero que
entres en mí sin avisar, necesito dar un respingo. Quiero sentirme rellena y
llena. Descuida, ya te he dicho que había reparado en ti, he recapacitado y
sé que eres capaz de eso y de mucho más. Quiero
que me la metas entera y hagas una pausa. No estaría de más un mordisco en el
hombro, para saber que es real. Y entonces-no hace falta que te lo diga- tienes que empezar a moverte. Delicado pero
duro, suave pero insistente, hasta que el instinto se te descontrole y quieras
poseerme salvajemente. Hazlo. Cerraré los ojos, pues me tendrás tan pegada a la
pared que no podré ver nada, y entonces mi cerebro será capaz de transformar en
placer tus ímpetus. Quiero que con tus meneos hagas que se me caiga un zapato-
no, no es un mero detalle. Quiero cojear sobre mis tacones, y quiero que
me levantes la pierna con uno de tus brazos para equilibrarme, quiero sentir la
acción combinada de tu polla entrando y saliendo de mi coño y de tus dedos en
el clítoris. Quiero que cueles tu otra mano entre los botones de mi blusa- no
importa si algún botón fallece en la batalla. Aprieta, exprímeme. Quiero sentir mis pezones duros siendo frotados
entre tu pulgar y tu índice. Y entonces- tienes permiso- querrás entrar en mi culo. Y me sacarás la polla bañada en mis
flujos, y la acercarás a mi ano. Y parecerá que entra, hasta que mis gritos de
dolor te hagan desistir- he dicho que me he fijado, recuérdalo. Y entonces la devolverás al coño, y me
correré en el acto. De alivio. De gusto. Y resistirás los embates de mi cuerpo,
e iniciarás una última tanda. Duro, fuerte, salvaje, mucho más. Como si quisieras
arrancarme las entrañas, como si quisieras matarme a pollazos. Yo gemiré, y
gritaré, y luego abriré la boca y de mi garganta seca no brotará ni el más
débil de los sonidos. Porque me tienes sin palabras, porque la descarga de un
nuevo orgasmo me está recorriendo de punta a punta. Y entonces te tienes que
correr. Puedes gruñir, nunca gritar, y debes echarme el último aliento del
polvo detrás de la oreja, la derecha. Y cuando te retires suavemente, muérdeme
el lóbulo de la misma oreja, es fundamental que lo hagas, que lo estires
suavemente con tus dientes. Y mientras tú te alejas, sentiré el pesado deslizar
de tu leche por mis muslos, y dejaré que caiga y siga cayendo, y en el último
momento, justo cuando vaya a manchar mis medias, lo recogeré con la mano y
probaré tu sabor. Entonces tú te irás, y no me darás las gracias, aunque
sientas que debas hacerlo; yo tampoco lo haré, porque las palabras estarán de
más, y todo agradecimiento no vale lo mismo que mi mirada buscándote mientras
se cierra la puerta.
¿Has comprendido? No es difícil, verdad. Sólo son unos pocos pasos, y
tú eres un chico listo - ¿debo decir una vez más que ya me había fijado en ti?, diré riendo. Ah, se me olvidaba, una última cosa, y
préstame atención porque esto si es de verdad importante, te diré: nunca- repito- nunca, por ningún motivo, dejes de follarme. Aunque yo te lo pida,
aunque aparezca mi marido, nunca jamás dejes de follarme.
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