domingo, 25 de abril de 2021

Macedonia

Ese beso de tu boca que me sabe a fruta fresca, que se escapó de tus labios y se metió en mi cabeza, ese beso con que sueño cuando las penas me acechan, que me lleva al mismo cielo y a la tierra me regresa, y que reza, reza, que reza y aunque ya no tenga cura y el recuerdo de sus besos me lleve hasta la locura…

Sé que no es la traducción exacta, pero me gusta llamarte así, Almendrita, como la protagonista de aquella novela. Desnudos reposamos en la cama, mi mano traza círculos desde tu vientre, suave como la piel de un melocotón, a tus caderas, allí donde me gustaría poder quedarme a vivir y comprobar cómo los años la convertirán en piel de naranja. Tú eres mucho menos prosaica; tu mano estimula mi único fruto del amor.

- Como sigas así voy a tener que volver a follarte- te advierto. Tú aceptas el envite y subes la apuesta y el ritmo de los manoseos; en pocos minutos me tienes listo de nuevo y encaramándome a tu cuerpo tendido boca arriba entre las sábanas revueltas.

Ya lo sé, labios de fresa sabor de amor dice la canción, pero quiero comprobar por mí mismo a qué saben los labios cuando son pequeños y salvajes como los tuyos, y por eso te beso: frambuesa. Mis labios comienzan a descender por tu cuello, tus hombros. Tus pechos coronados por un par de avellanas, los muerdo. Crujen como la cama cuando nos descontrolamos. Sigo descendiendo por tu vientre, caliente, palpitante, expectante. Hay quien lo llama higo, otros lo asemejan a una papaya, tu sexo sabe a ti, con todos tus matices, con su miel y con su hiel; hoy estás dulce. Acerco los dedos y comienzo a tocarte. Te gusta y me animas. Lo hago más decidido, más intenso, buscando un objetivo. Quiero exprimirte, hacerte zumo, extraer ese aceite de almendra que alimenta mi espíritu y embadurnará nuestros cuerpos cuando, dentro de un rato, caigamos rendidos sobre la cama como frutas maduras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario