que al primer ronroneo
sin separar los pies del suelo
consigue levantar mi vuelo.
Cautivante eco que me atrapa
en este laberinto eterno,
que no es mito sino Minos.
Dulce salmo que embelesa mis oídos.
Abandono mi escudo, mi espada
frente al toro que bufa, ¡escapa!,
me postro, envuelto en mi propia madeja,
te veo aullar al tirar de tu guedeja.
Murmullo, rumor que crece entre tus olas,
canto de sirena que me embauca,
ruge contra las rocas y al llegar a la orilla
no se acalla, grita: ven a mí, argonauta.
Un himno, mi canción favorita,
agudos que brotan en lo bajo
y en el cerebro se graben,
repitiendo la melodía, así, así, no pares.
Los gemidos, los jadeos,
primitiva canción de cuna,
cuando escapan de tu boca
y llegan hasta la luna.
“Ulises, esta es tu casa,
olvida la morriña, te aguarda
el calor del hogar
y esta lluvia tan fina…”
Suspiros con los que hablas
yo te siento y me encantas,
te sigo, te sigo hasta el fin
con mi flautita, cual Hamelin.
Ya llego, ya llego, al compás de tu dedo
y su suave sintonía,
Ítaca, patria querida
mi meta, mi destino,
Ítaca, si tú quisieras,
tal vez yo podría, Ítaca,… de mil amores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario